."Lo
que importa no es que tan pequeño es el comienzo, lo que se hace bien una
vez, se hace para siempre".
Henry Thoreau
Durante las
últimas dos semanas el grito de paro nacional ha sido un clamor que va creciendo
y que se expresa por igual en manifestaciones, concentraciones, charlas de
café, conferencias y en diversos espacios de reflexión preocupados por el rumbo
equívoco que toma el país. No puedo aseverar que quien plantea el paro nacional
está promoviendo la desobediencia civil absoluta, aunque por los esfuerzos que
ha venido realizando ANIMO, es probable que esta coincidencia existiera.
Para no
especular, nosotros consideraríamos que el paro nacional en sentido estricto
estaría promoviendo un paro laboral. La desobediencia civil absoluta se plantea
como lema: parar todo para que todo se mueva. Esto es, nosotros promovemos que
durante cinco, diez, quince, veinte días si mucho, el pueblo utilizara toda su
fuerza, toda la energía que tiene, parando absolutamente todo.
El pueblo
mueve todo, y si el pueblo se detiene, no se mueve absolutamente nada. Es evidente
que esto implicaría un gran esfuerzo y un enorme sacrificio, pero considerando
el resultado posible, este esfuerzo bien vale la pena. Ya que se lograría no
solamente parar las reformas neoliberales contrarias a la población sino que se
abriría el camino a la transformación, convocando a un congreso constituyente y
obligando previamente, a elecciones extraordinarias para la presidencia la República.
Nosotros
entendemos por desobediencia civil absoluta no ir a trabajar, no ir a la escuela,
no ir de compras, no ver televisión durante un plazo que haría insostenible la
situación al actual gobierno. Nosotros sostenemos, que de darse esta
iniciativa, de materializarse, tendríamos el poder suficiente para obligar a
renunciar a Enrique Peña Nieto y promover la remoción del Congreso incluido. Nosotros consideramos que para detener la
reforma energética es necesario plantearnos un objetivo de ese tamaño. Estamos
ciertos, que de mantenerse Enrique Peña Nieto en el poder no sólo seguirá
promoviendo reformas neoliberales totalmente contrarias al pueblo sino que
continuará agudizando la simulación, la corrupción, la miseria, el hambre, la
desesperanza, la terrible desigualdad en que vive la mayoría de la población
del país.
De hecho
todas las reformas presentadas hasta el momento son terriblemente lesivas a la
población del país. La reforma laboral liquida los derechos de los trabajadores,
la reforma a las telecomunicaciones entrega al capital extranjero100% de éstas;
la reforma educativa es en realidad una reforma laboral que liquida los
derechos del magisterio; la reforma hacendaria no es otra cosa que un nuevo aumento
de impuestos generando con ello una brutal carga a la mayoría de la población del país.
Pero sin
duda, la peor de todas es la reforma energética. Con ella se pretende regresar
a las trasnacionales petroleras el control de nuestros yacimientos y otorgarles
el dominio de una de las empresas más poderosas del mundo y evidentemente la
más importante de México: Pemex. De consumarse este objetivo, se daría uno de
los atracos más serios al patrimonio nacional y se liquidaría en los hechos la
independencia y la soberanía de nuestra nación.
En este
marco, consideramos que el instrumento de lucha más sólido y más viable es el
de la desobediencia civil absoluta. La desobediencia civil es un camino de la
no violencia. Una forma enérgica, firme y decidida de impulsar la
transformación de una sociedad con una lucha decidida. Más aún, la desobediencia
civil se plantea el desacato a normas jurídicas injustas, la desobediencia a
gobiernos despóticos, a gobiernos contrarios a los intereses de la población
del país en que se desarrolla.
La
desobediencia civil ha sido ejercida con liderazgos tan fuertes y reconocidos como
los de Gandhi, de Martin Luther King o como el de Nelson Mandela. Desde nuestro
punto de vista, la desobediencia civil absoluta es en los hechos la promoción
de una revolución pacífica. Es alcanzar un grado de conciencia tal que se ejerce
con firmeza el rechazo a formas de gobierno opresoras, arbitrarias, corruptas, contrarias
a los intereses de la población, usando el camino de la no violencia y de la desobediencia
a la autoridad y a las leyes injustas.
De esta
manera, la convocatoria para no asistir al trabajo, no ir a la escuela, no ir de
compras, no ver televisión, engloba una forma de rechazo enérgico a formas de dominación
y abre el camino de la transformación sin tener que enfrentar a la fuerza pública.
Es una forma de lucha que no te exige tomar carreteras, tomar edificios públicos,
bloquear caminos, realizar manifestaciones, y que por lo tanto, no te plantea
el riesgo de enfrentar a las fuerzas policiacas y a la represión que este gobierno
viene desatando sin ninguna consideración. Esto no quiere decir que descartemos
esas formas de lucha o que las descalifiquemos, pero nos queda claro que no
podremos parar una reforma tan grave y tan contraria a los intereses nacionales
como el remate de Pemex y de los yacimientos petroleros mexicanos a las trasnacionales
del petróleo con estas formas de lucha.
En todo
caso, tendríamos que combinarlas para promover y llegar a la desobediencia
civil absoluta. Una vez abierto el debate, hay quienes se plantean la
imposibilidad de alcanzar el objetivo o quienes se plantean la necesidad de una
muy amplia organización y una muy buena convocatoria para alcanzar el mismo. Es
evidente, que se requiere una fuerte organización, pero no es una organización
en abstracto, es una organización para la rebeldía. Lo que debemos promover es
el levantamiento del pueblo por la vía no violenta y que éste ejerza el enorme
poder que tiene y del que aún no se acaba depercatar.
También es
evidente, que se debe superar el miedo al fracaso, el miedo a quedarse corto en
el esfuerzo, el temor a no alcanzar el objetivo. Es claro que difícilmente se alcanzará
el resultado que se quiere en un primer intento. Será necesario realizar una y
otra, y otra y otra vez, todas las veces que sea necesario hasta lograr la respuesta
requerida. Se requerirá de paciencia, de tenacidad, de constancia, de firmeza,
de no desesperar, de no vencerse, de no dejar de esforzarse para alcanzar el objetivo.
Nosotros, no
vemos otro camino no violento de transformación del país que no sea el de la
desobediencia civil. Coincidimos absolutamente con López Obrador en nuestro
deseo de una transformación no violenta y que es justo la violencia el campo
del adversario. Pero es cierto también, que será el pueblo finalmente quien decida
sus formas de organización y de lucha.
Por lo
pronto, nosotros no renunciaremos a nuestro esfuerzo por convencer a los más
diversos hombres y mujeres, organizaciones, partidos, sindicatos, organizaciones
sociales y civiles, trabajadores del campo y la ciudad, intelectuales ya todo
tipo de comunidades en espacios de reflexión, en construir la fuerza y la organización
necesaria para hacer posible la desobediencia civil absoluta.
Les compartimos
estas reflexiones que esperamos puedan ser de utilidad para que juntos
construyamos un camino de unión y de transformación de nuestra patria. No
debemos finalizar sin proponer una fecha para un nuevo intento de desobediencia
civil absoluta: 20 de noviembre está en el ambiente, es una fecha emblemática y
habría tiempo para una promoción fuerte de la misma.
Gerardo
Fernández Noroña.
México D.F.
29 de septiembre de 2013.
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