lunes, 30 de septiembre de 2013

Reflexiones sobre la Desobediencia Civil Absoluta y el Paro Nacional.

Por: Gerardo Fernández Noroña. 



."Lo que importa no es que tan pequeño es el comienzo, lo que se hace bien una vez, se hace para siempre". 
Henry Thoreau

Durante las últimas dos semanas el grito de paro nacional ha sido un clamor que va creciendo y que se expresa por igual en manifestaciones, concentraciones, charlas de café, conferencias y en diversos espacios de reflexión preocupados por el rumbo equívoco que toma el país. No puedo aseverar que quien plantea el paro nacional está promoviendo la desobediencia civil absoluta, aunque por los esfuerzos que ha venido realizando ANIMO, es probable que esta coincidencia existiera.

Para no especular, nosotros consideraríamos que el paro nacional en sentido estricto estaría promoviendo un paro laboral. La desobediencia civil absoluta se plantea como lema: parar todo para que todo se mueva. Esto es, nosotros promovemos que durante cinco, diez, quince, veinte días si mucho, el pueblo utilizara toda su fuerza, toda la energía que tiene, parando absolutamente todo.

El pueblo mueve todo, y si el pueblo se detiene, no se mueve absolutamente nada. Es evidente que esto implicaría un gran esfuerzo y un enorme sacrificio, pero considerando el resultado posible, este esfuerzo bien vale la pena. Ya que se lograría no solamente parar las reformas neoliberales contrarias a la población sino que se abriría el camino a la transformación, convocando a un congreso constituyente y obligando previamente, a elecciones extraordinarias para la presidencia la República.

Nosotros entendemos por desobediencia civil absoluta no ir a trabajar, no ir a la escuela, no ir de compras, no ver televisión durante un plazo que haría insostenible la situación al actual gobierno. Nosotros sostenemos, que de darse esta iniciativa, de materializarse, tendríamos el poder suficiente para obligar a renunciar a Enrique Peña Nieto y promover la remoción del Congreso incluido.  Nosotros consideramos que para detener la reforma energética es necesario plantearnos un objetivo de ese tamaño. Estamos ciertos, que de mantenerse Enrique Peña Nieto en el poder no sólo seguirá promoviendo reformas neoliberales totalmente contrarias al pueblo sino que continuará agudizando la simulación, la corrupción, la miseria, el hambre, la desesperanza, la terrible desigualdad en que vive la mayoría de la población del país.

De hecho todas las reformas presentadas hasta el momento son terriblemente lesivas a la población del país. La reforma laboral liquida los derechos de los trabajadores, la reforma a las telecomunicaciones entrega al capital extranjero100% de éstas; la reforma educativa es en realidad una reforma laboral que liquida los derechos del magisterio; la reforma hacendaria no es otra cosa que un nuevo aumento de impuestos generando con ello una brutal carga a la mayoría de la  población del país.

Pero sin duda, la peor de todas es la reforma energética. Con ella se pretende regresar a las trasnacionales petroleras el control de nuestros yacimientos y otorgarles el dominio de una de las empresas más poderosas del mundo y evidentemente la más importante de México: Pemex. De consumarse este objetivo, se daría uno de los atracos más serios al patrimonio nacional y se liquidaría en los hechos la independencia y la soberanía de nuestra nación.

En este marco, consideramos que el instrumento de lucha más sólido y más viable es el de la desobediencia civil absoluta. La desobediencia civil es un camino de la no violencia. Una forma enérgica, firme y decidida de impulsar la transformación de una sociedad con una lucha decidida. Más aún, la desobediencia civil se plantea el desacato a normas jurídicas injustas, la desobediencia a gobiernos despóticos, a gobiernos contrarios a los intereses de la población del país en que se desarrolla.

La desobediencia civil ha sido ejercida con liderazgos tan fuertes y reconocidos como los de Gandhi, de Martin Luther King o como el de Nelson Mandela. Desde nuestro punto de vista, la desobediencia civil absoluta es en los hechos la promoción de una revolución pacífica. Es alcanzar un grado de conciencia tal que se ejerce con firmeza el rechazo a formas de gobierno opresoras, arbitrarias, corruptas, contrarias a los intereses de la población, usando el camino de la no violencia y de la desobediencia a la autoridad y a las leyes injustas.

De esta manera, la convocatoria para no asistir al trabajo, no ir a la escuela, no ir de compras, no ver televisión, engloba una forma de rechazo enérgico a formas de dominación y abre el camino de la transformación sin tener que enfrentar a la fuerza pública. Es una forma de lucha que no te exige tomar carreteras, tomar edificios públicos, bloquear caminos, realizar manifestaciones, y que por lo tanto, no te plantea el riesgo de enfrentar a las fuerzas policiacas y a la represión que este gobierno viene desatando sin ninguna consideración. Esto no quiere decir que descartemos esas formas de lucha o que las descalifiquemos, pero nos queda claro que no podremos parar una reforma tan grave y tan contraria a los intereses nacionales como el remate de Pemex y de los yacimientos petroleros mexicanos a las trasnacionales del petróleo con estas formas de lucha.

En todo caso, tendríamos que combinarlas para promover y llegar a la desobediencia civil absoluta. Una vez abierto el debate, hay quienes se plantean la imposibilidad de alcanzar el objetivo o quienes se plantean la necesidad de una muy amplia organización y una muy buena convocatoria para alcanzar el mismo. Es evidente, que se requiere una fuerte organización, pero no es una organización en abstracto, es una organización para la rebeldía. Lo que debemos promover es el levantamiento del pueblo por la vía no violenta y que éste ejerza el enorme poder que tiene y del que aún no se acaba depercatar.

También es evidente, que se debe superar el miedo al fracaso, el miedo a quedarse corto en el esfuerzo, el temor a no alcanzar el objetivo. Es claro que difícilmente se alcanzará el resultado que se quiere en un primer intento. Será necesario realizar una y otra, y otra y otra vez, todas las veces que sea necesario hasta lograr la respuesta requerida. Se requerirá de paciencia, de tenacidad, de constancia, de firmeza, de no desesperar, de no vencerse, de no dejar de esforzarse para alcanzar el objetivo.

Nosotros, no vemos otro camino no violento de transformación del país que no sea el de la desobediencia civil. Coincidimos absolutamente con López Obrador en nuestro deseo de una transformación no violenta y que es justo la violencia el campo del adversario. Pero es cierto también, que será el pueblo finalmente quien decida sus formas de organización y de lucha.

Por lo pronto, nosotros no renunciaremos a nuestro esfuerzo por convencer a los más diversos hombres y mujeres, organizaciones, partidos, sindicatos, organizaciones sociales y civiles, trabajadores del campo y la ciudad, intelectuales ya todo tipo de comunidades en espacios de reflexión, en construir la fuerza y la organización necesaria para hacer posible la desobediencia civil absoluta.

Les compartimos estas reflexiones que esperamos puedan ser de utilidad para que juntos construyamos un camino de unión y de transformación de nuestra patria. No debemos finalizar sin proponer una fecha para un nuevo intento de desobediencia civil absoluta: 20 de noviembre está en el ambiente, es una fecha emblemática y habría tiempo para una promoción fuerte de la misma. 

Gerardo Fernández Noroña.

México D.F. 29 de septiembre de 2013.

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