Por: Javier Mendoza Aubert
Dos días antes, como si fueran a estar recluidos en un
refugio atómico de los años 50´s, ocho personas ingresan a un edificio que
fungirá como sede de un Consejo Distrital en algún Distrito Electoral Federal
de cualquier ciudad de importancia poblacional de la República Mexicana. Están
pertrechados con: agua, comida, equipo de cómputo, calculadoras y papelería
electoral duplicada. El agua y la comida es suficiente para un promedio de 5 ó 6
días, los cuales pasarán en un lugar escondido y estrecho de la casa por el
día, saliendo de su escondite por la noche para desarrollar la labor para la
cual fueron contratados: sustituir las hojas de conteo, votos y demás elementos
de la paquetería electoral, haciendo coincidir los números unitaria y
estadísticamente para asemejar una conducta "normal", sin
inconsistencias, en la elección verificada, y orquestando el triunfo del
candidato que ha fraguado esa perversidad.
Noche con noche salen de su apretado escondite una vez que
se haya retirado el equipo de personas que el IFE autoriza para
"contar" los votos, equipo compuesto por Consejeros Electorales, Representantes
de los Partidos Políticos contendientes y Vocales miembros del IFE ... en tanto
el ejército "resguarda" la integridad del edificio impidiendo que
"alguien" entre o salga sin autorización.
La primera noche es crucial: con enferma obsesión y rapidez
abren paquetes, sustituyen los votos, duplican firmas, hasta hacer coincidir
todo, calculadora en mano. Las otras noches solo se dedican a retocar algún
paquete, hacer que todo coincida según el plan que previamente han diseñado.
Por lo general las 3 personas líderes del grupo son estadígrafos, matemáticos o
actuarios acostumbrados al manejo de los números.
Una vez terminada su labor solo les resta permanecer ahí,
escondidos, a que termine el proceso de conteo de las Elecciones, a que los
paquetes los concentre el IFE y a que el ejército se retire habiendo
resguardado la valiosa papelería, como corresponde a un país civilizado y
democrático. Entonces salen del edificio sin que ningún mortal lo note, y
cobran sus servicios con cantidades que se ajustan a su "abnegada"
paciencia y delicada labor. Por lo general el cobro se realiza en las oficinas
del PRI.
Esta escena que he logrado detallar la he imaginado en base
a información de un desertor piísta que le concedió una entrevista hace 4 años
a Rubén Luengas en su programa EN CONTEXTO de la televisión Nortemaericana,
link http://www.youtube.com/watch?v=MdzyI-aga7g
No es necesario ser un virtuoso de la fábula, o un
periodista consumado, para darse cuenta de que es perfectamente factible lo
expresado por el informante. Desde hace muchos años algo muy negro y podrido ha
estado gobernando este país, y eso todos lo sabemos.
Ante esta canallada, que bien se puede repetir en estas
elecciones presidenciales del 2012, y que sólo dios sabe cuántas veces se ha
realizado de igual o similar manera a la detallada, yo propongo adquirir
cámaras infrarojas -similares a las usadas por el ejército de EEUU- que
detectan el calor de cuerpos vivos, para vigilar las 24 horas los recintos que
fungirán como sedes de los Consejos Distritales, conteniendo paquetería
electoral. Propongo descubrir así a cualquiera que esté escondido en esas
casas, detenerlo y fincarle un juicio correspondiente a su delito.
De esta forma los rayos infrarojos descubrirán a los
perversos, y nuestra capacidad de admiración ante la infamia se verá resarcida
con un elemental acto de justicia.
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