Por: José Steinsleger
En el sesquicentenario de la batalla de Puebla visité las
grutas de Cacahuamilpa para mostrar a mi hijo, de siete años, los mundos
subterráneos que México necesita conservar. Y también para aliviar las
ansiedades que día tras día nos depara el otro México profundo. Tan sólo ayer,
nueve cuerpos que en la víspera aparecieron colgados de un puente de
Tamaulipas, más las 14 cabezas dejadas cerca de la alcaldía de Nuevo Laredo.
Los chicos preguntan y creen que los adultos podemos
responder todo. Por consiguiente, esperaba que en vísperas del gran-debate-gran
los tres candidatos y medio a la Presidencia explicaran cómo harán para
desmontar la máquina de matar que se ha convertido, o así parece, en otra de
las tantas formas naturales del país. ¿O hay asunto más importante?
A 100 metros de la entrada el guía apunta con su linterna a
ras del suelo, iluminando la corva de una estalagmita salpicada con el fiel
goteo de la estalactita (concreción caliza que cuelga del techo), y que empezó
a formarse en el año que Enrique Peña Nieto llegó al mundo. “Cuando la una y la
otra se toquen – explica el guía–, la columna formada por ambas será como
aquella que vemos allí, con 87 millones de años…”.
Olvidé el nombre dado por el guía a la fantástica columna.
¿Podemos, quizá, llamarla La venganza de Atlacomulco? Pues en otra de las
increíbles y caprichosas rocas sedimentarias se dibuja el rostro de un diablo
que los guías encuentran parecido a Salinas de Gortari. Cosa que no conviene
tomar con ligereza, pues al igual que el PRI las grutas de Cacahuamilpa se
formaron en la era mesozoica del sistema cretácico inferior, cuando los
dinosaurios existían y los continentes se separaron.
A lo largo del recorrido, el guía explicó por qué no
debíamos tocar las piedras. Loables previsiones de la Secretaría de Medio
Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), y exordios que a Televisa le valen.
Desde que el PAN fue poder, a pesar de las protestas de mapaches, murciélagos,
iguanas y chachalacas, el frágil ecosistema de Cacahuamilpa ha sido usado como
escenario para conciertos de Miguel Bosé, Andrea Boccelli, Maná o Ricardo
Arjona cantando a grito pelado Me duele.
Admirado en el mundo por sus 4 mil años de historia y 120
años de efectiva y orgullosa soberanía política (a los 150 de la batalla de Puebla
hay que restarle 30 de neoliberalismo), México se encuentra en una etapa de
severa y avanzada enfermedad. Y los 60 mil muertos desde 2006, o la corrupción,
son apenas síntomas de un mal mucho más grave.
El propósito central de esta doctrina (que no escatima
modalidades políticas) consiste en impulsar la descomposición y decadencia de
un país por default. En Irak y Afganistán, el Pentágono aplicó la doctrina con
su aplastante poder militar. Pero en México se reviste con características
políticas de baja intensidad para agotarlo física, emocional y sicológicamente
durante un largo periodo, sin la aplicación de la destrucción masiva.
Para ello se recurre a gremios como los agrupados en la
Sociedad Interamericana de Prensa, a más de los electrónicos, cada vez más
integrados a las nuevas modalidades de la guerra: negación y distorsión de la
información, y difusión de la desinformación.
En ese sentido, sorprende que en su legítimo afán de
fundamentar sus denuncias algunos medios progresistas otorguen crédito a sellos
de la CIA como Reporteros sin Fronteras (expulsado de la Unesco por
mercenario), la ultraconservadora Freedom House o el llamado Comité de
Protección a los Periodistas (CIJ, por sus siglas en inglés).
Para llegar a las grutas por el estado de Morelos hay que
recorrer también la ruta del dolor. Luego de tomar el desvío de Amacuzac, hacia
el pueblo de Michapa, a la altura del kilómetro cinco, el turismo nacional y
extranjero queda estupefacto al ver las lóbregas y cósmicas dimensiones del
penal femenil de alta seguridad (en construcción) de Coatlán del Río.
Dicen que el nuevo penal “…será un detonante para la
economía del municipio y traerá fuentes de empleo” (El Sol de Cuautla,
25/7/11). ¿México, país de penales de alta seguridad?
Entonces sí, duele.
Duele que dos y medio de los candidatos que debatieron en
las cavernas del WTC hayan tocado tantos asuntos con lenguaje seudopolítico y
oscuro. Y que el único candidato que podría rescatar a México de la decadencia
se haya mostrado sin garra para desenmascarar con más fuerza y decisión a los
de arriba.
El acto de pasear por las entrañas de la tierra remite a la
famosa parábola que estudiamos en la secundaria. Digo: cuando las autoridades
de Educación estimaban necesario el estudio de la filosofía.
Me refiero a quien nos liberó de muchas cosas que mal
imaginábamos. ¿No dijo Platón que algo más existía fuera de las tinieblas de
nuestra propia y tolerada caverna, fuera de nuestra propia y consentida
oscuridad interior?
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