Les presento la magnífica Carta Abierta que envió a Brasil
el ex-agente de Seguridad Norteamericana Edward Snowden, y el análisis de la misma como
discurso político, realizada por la Compañia Mexicana "MESURA.ORG", la cual ha
calificado esta misiva con la más alta calificación en precisión, veracidad,
contundencia, etc., incluso por arriba
de mensajes de Nelson Mandela y otros líderes analizados por esta empresa.
La importancia reside no solo en el contenido de la Carta de
Snowden, que de suyo comunica con claridad y precisión la estrategia de
espionaje de EEUU (en donde resalta que este espionaje no lo realiza en aras de
confrontar el “TERRORISMO” como dice el imperio, sino con propósitos más
pedestres y banales: espiar para apoderarse de tecnología y riqueza del mundo
entero), sino que además es muy importante conocer una comunicación impecable
que debe ser modelo para quien desea convencer con argumentos y razones sobre
un tema social o político, capacidad que debemos tener quienes luchamos por la
construcción de una nueva República con nuevas formas de hacer política y
nuevas formas de comunicación.
Primero les presento la Carta de Snowden, y después les
pongo el enlace al sitio donde se presenta el análisis de la misma.
Atte: Netzahualcóyotl Zaragoza Jiménez.
(PS: ¿Se imaginan el espionaje de EEUU hacia México para
armar su estrategia de apoderamiento del petróleo mexicano? Sencillamente debió ser brutal…)
CARTA ABIERTA AL PUEBLO Y GOBIERNO DE BRASIL.
Por: Edward Snowden.
Seis meses atrás, emergí de las sombras de la Agencia
Nacional de Seguridad (NSA) de los Estados Unidos para pararme frente a la
cámara de un periodista.
Compartí con el mundo pruebas de que algunos gobiernos están
montando un sistema de vigilancia mundial para rastrear secretamente cómo
vivimos, con quién conversamos y qué decimos.
Me paré delante de aquella cámara con los ojos abiertos,
consciente de que la decisión me costaría mi familia y mi hogar, y que además
colocaría en riesgo mi vida. Lo que me motivaba era la idea de que los
ciudadanos del mundo merecen entender el sistema dentro del cual viven.
Mi miedo más grande era que nadie escuchara mi aviso. Nunca
antes estuve tan feliz de haber estado tan equivocado. La reacción en ciertos
países viene siendo especialmente inspiradora para mi, y Brasil es uno de
ellos, sin dudas.
En la NSA fui testigo, con creciente preocupación, de la
vigilancia de poblaciones enteras sin que hubiera cualquier sospecha de actos
criminales. Esa vigilancia amenaza volverse el mayor desafío a los derechos
humanos de nuestros tiempos.
La NSA y otras agencias de espionaje nos dicen que, por el
bien de nuestra propia "seguridad", en nombre de la
"seguridad" de Dilma Roussef su Presidenta, en nombre de la "seguridad" de
Petrobras, revocaron nuestro derecho a la privacidad e invadieron nuestras vidas.
Y lo hicieron sin pedir permiso a la población de ningún país.
Hoy, cuando una persona carga un teléfono celular en São
Paulo, la NSA puede rastrear dónde uno está, y lo hace: hace eso 5000 millones
de veces por día con personas del mundo entero.
Cuando una persona en Florianópolis visita un sitio en
Internet, la NSA mantiene un registro de cuándo eso sucedió y de lo que uno
hizo. Si una madre en Porto Alegre llama por teléfono a su hijo para desearle
suerte en un examen, la NSA puede guardar el registro de la llamada por cinco años
o más.
La agencia llega a guardar registros de quien tiene una
relación extramatrimonial o visita sitios de pornografía, en caso de que
precisen ensuciar la reputación de esas personas.
Senadores de Estados Unidos nos dicen que Brasil no debería
preocuparse, porque eso no es "vigilancia" sino "recolección de
datos". Dicen que hacen eso para mantener a las personas seguras. Están
equivocados.
Existe una gran diferencia entre programas legales,
espionaje legítimo, actuación policial legítima, en donde individuos son
vigilados porque se tiene una sospecha razonable sobre ellos, y esos programas
de vigilancia en masa para la formación de una red de informaciones, que
colocan poblaciones enteras bajo una vigilancia omnipresente y guardan copias
de todo para siempre.
Esos programas nunca fueron motivados por la lucha contra el
terrorismo: son motivados por espionaje económico, control social y
manipulación diplomática. Por la búsqueda de poder.
Muchos senadores brasileños están de acuerdo y pidieron mi
ayuda con sus investigaciones sobre la sospecha de crímenes cometidos contra
ciudadanos brasileños.
Expresé mi disposición a ayudarlos cuando fuera apropiado y
legal, pero infelizmente el gobierno de Estados Unidos viene trabajando
arduamente para limitar mi capacidad de hacerlo, llegando al punto de obligar a
que el avión presidencial de Evo Morales aterrizara para impedirme de viajar a
América latina.
Hasta que un país me conceda asilo político permanente, el
gobierno de Estados Unidos va a continuar interfiriendo con mi capacidad de
hablar.
Seis meses atrás, revelé que la NSA quería escuchar al mundo
entero. Ahora el mundo entero está también escuchando y hablando. Y a la NSA no
le gusta lo que está oyendo.
La cultura de la vigilancia mundial indiscriminada, que fue
expuesta a debates públicos e investigaciones reales en todos los continentes,
está colapsando.
Solo tres semanas atrás, Brasil lideró un Comité de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas para reconocer, por primera vez en la historia,
que la privacidad no termina donde la red digital comienza y que la vigilancia
en masa de inocentes es una violación de los derechos humanos.
La marea cambió y finalmente podemos visualizar un futuro en
donde podamos disfrutar de la seguridad sin sacrificar nuestra privacidad.
Nuestros derechos no pueden ser limitados por una
organización secreta, y autoridades americanas nunca deberían decidir sobre las
libertades de los ciudadanos brasileños.
Incluso los defensores de la vigilancia de masas, aquellos
que tal vez no estén convencidos de que las tecnologías de vigilancia
ultrapasaron peligrosamente los controles democráticos, hoy están de acuerdo en
que, en democracias, la vigilancia del público tiene que ser debatida por el
público.
Mi acto de consciencia comenzó con una declaración: "No
quiero vivir en un mundo en que todo lo que digo, todo lo que hago, todos con
los quien hablo, cada expresión de creatividad, de amor o de amistad sea
registrada. No es algo que estoy dispuesto a apoyar, no es algo que estoy
dispuesto a construir y no es algo bajo lo cual estoy dispuesto a vivir".
Días más tarde, fui informado de que mi gobierno me había
convertido en un apátrida y que quería encarcelarme. El precio de mi discurso
fue mi pasaporte, pero estoy dispuesto a pagarlo nuevamente: no seré yo el que
ignore la criminalidad en nombre de la comodidad política. Prefiero no tener
nacionalidad a perder mi voz.
Si Brasil escucha solo una cosa de mí, que sea la siguiente:
cuando todos nos unimos contra las injusticias y en defensa de la privacidad y
de los derechos humanos básicos, podremos defendernos hasta de los más
poderosos sistemas.
EDWARD SNOWDEN.
Traducido por NATALIA FABENI
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