Por Max J. Castro
Las Navidade$ son… la alegre celebración del nacimiento del
Mesías de una religión que tiene más de dos mil años, una religión basada en la
fe, la caridad, la humildad y el amor. Las Navidade$ son… una fiesta que
combina elementos de creencias y rituales paganos, judíos y sí, cristianos. Las
Navidade$ son… en especial en Estados Unidos –pero en menor y variada medida en
muchos otros países también– una orgía de consumo, de locura colectiva que
lleva a personas generalmente normales a levantarse de madrugada y a tener
peleas con extraños a fin de obtener la
mejor ganga, el juguete más popular, la última maravilla electrónica.
Las Navidade$ son, sobre todo, el ejemplo más llamativo de
las recompensas materiales y las desagradables contradicciones que caracterizan
a la economía capitalista contemporánea. Es una economía de abundancia para
muchas personas, en especial los ricos, no tanto para la clase media y de
ninguna abundancia para los pobres. Es también una economía cuya salud depende
de un enérgico ritmo de crecimiento, siempre y para siempre, en un mundo dotado
de vastos pero finitos recursos, tales como petróleo, agua, tierras e incluso
aire respirable. Estos recursos, a pesar de ocasionales subidas y bajadas, cada
día son más escasos y más caros.
Hay unas pocas personas que no se entusiasman con las
delicias que proveen los regalos de Navidade$, desde el BMW de último modelo
que el rico cónyuge puede dar a su amor, hasta el único y barato juguete que un
niño pobre probablemente reciba. Pero hay pocas personas que piensan mucho en
el otro rostro de Navidade$, el conjunto de contradicciones que producen, iluminan
o implican las Navidade$.
Un ejemplo es el hecho de que, en especial en estos tiempos
cuando la mayoría de la gente aún está agobiada por montones de deudas, la
fiebre del consumidor de Navidade$ es irracional para la economía de un
individuo o de una familia, pero
absolutamente beneficiosa o casi esencial para la economía en su
conjunto, cuyo principal impulso proviene del gasto del consumidor. ¿Qué
sucedería a los pequeños vendedores al detalle y a sus empleados que ingresan
en la Navidad casi 40 por ciento de sus ventas, por ejemplo, si todos de pronto
decidiríamos volvernos racionales y gastar dentro de nuestro alcance, aún en
Navidade$? Y los detallistas por regla general contratan a unos 700, 000
trabajadores adicionales en la temporada navideña.
Un segundo ejemplo es la contradicción que fabrican las
Navidade$ entre la racionalidad económica individual y las expectativas
sociales, culturales y personales de la familia, amigos y colegas. Esta es la
tiranía de las Navidade$. No es algo trivial. La prolífica escritora
norteamericana Joyce Carol Oates ha publicado una novela en la que un hombre no
puede comprar regalos de Navidade$ para su esposa e hijos al perder su trabajo
y resuelve su dilema matando a su familia y suicidándose luego.
Puede que usted odie salir de compras en general y/o la
demencia de las compras de Navidade$ en particular. Pero uno deja de cumplir
las expectativas de otros a su propio riesgo. No nos encontramos ahora en el
reino del regalo, sino en el de la obligación.
Por ejemplo, tengo un buen amigo con innumerables
familiares, amigos, conocidos y colegas. Él odia tanto las compras de Navidade$
que ha terminado por temer toda la cosa navideña y cada año se impone como reto
comprar su enorme lista de regalos en un mismo día, el 24 de diciembre, en el
último minuto posible.
Para él, en los últimos años las tarjetas de regalo le han
llegado como caídas del cielo. Pero estoy seguro de que aún debe lidiar con las
personas más cercanas, a las cuales entregar una tarjeta de regalo sería una
metida de pata descomunal. Curiosamente, aunque hemos sido desde siempre los
mejores amigos, casi nunca intercambiamos regalos de Navidade$.
Una vez me lo pregunté y llegué a la conclusión de que es
principalmente porque ambos pensamos igual acerca de las Navidade$ y ¿quién
quiere echarle arriba una obligación a un buen y lúcido amigo? Quizás hayamos
superado la tiranía de las Navidade$.
Por otra parte, quizás yo no le hice regalo alguno en un par
o más de Navidade$, hasta que dejó de sentirse obligado. Lo siento si lo
decepcioné, pero en general creo que
estamos mejor con nuestro
acuerdo. Durante años él me hizo innumerable regalos en ocasiones en que no
eran Navidade$; cosas materiales, sí (él siempre tiene una buena selección de
whisky escocés, es un gran anfitrión y me ha invitado a restaurantes que en
otros tiempos yo podía pagar), pero lo más importante es el regalo invalorable
de una verdadera amistad.
Yo también le he dado mi amistad sincera y solo muy
ocasionalmente algo nominal, como un cinturón que yo usaba y él me elogió. El
mío no le servía, así que salí y encontré uno de su talla. Creo que este tipo
de amor –algo que superar entre dos hombres tremendamente rudos, competitivos y
heterosexuales, y que aún poseen alguna dosis residual de machismo– está más en
el espíritu de Jesús de Nazaret que cualquier cosa que suceda en Macy’s.
Más o menos en este momento los lectores –mi amigo el
primero de ellos– están pensando que este rígido crítico ha perdido la chaveta
o está pasado de tragos, poniéndose sentimental y todas esas cosas que se
supone no hagan los hombres verdaderos y los críticos sociales, y que muy raras
veces hago. Así que permítanme volver al tema principal, las contradicciones de
Navidade$.
Esta temporada ha sido relativamente floja para los
detallistas, no ruinosa, pero decepcionante. Lo ha sido a pesar del hecho de
que este año los compradores de EEUU gastaron aproximadamente $177 mil millones –y eso
es solo hasta el 15 de diciembre. Los compradores de último minuto están
inundando las tiendas en el momento de redactar esta columna (22 de diciembre),
así que podemos asumir que el total pasará fácilmente de $200 mil millones.
Comparen esa cifra con la petición de presupuesto de la USAID –la principal
organización norteamericana de ayuda– para 2014: $20,4 mil millones. Y esto
incluye asistencias tales como programas de “promoción de la democracia”, los
cuales tienen un propósito esencialmente político, así como el despilfarro con
asesores y contratistas bien conectados.
Este Congreso avaro casi seguro aprobará una cantidad menor.
Pero no importa. Propongamos una cifra conservadora para la proporción de
regalos de Navidade$ que son una pérdida total. Cosas que andan por ahí y nunca
son usadas: 20 por ciento. Se podría triplicar el presupuesto de USAID con esos
$40 mil millones malgastados en chatarra.
No estoy seguro si esto sería bueno o malo, dadas algunas de
las cosas que hace la agencia. Lo que queda claro es que $40 mil millones en
ayuda verdadera andarían un largo trecho aliviando el sufrimiento humano. El
papa Francisco ha dicho que la economía que tenemos ahora “mata”. Cuarenta mil
millones en ayuda harían que todo fuera un tanto menos homicida y reflejaría
con propiedad el espíritu del fundador de la religión.
Una de las cosas que las Navidade$ también revelan en toda
su desnudez es el indignante nivel de desigualdad de nuestra sociedad. Todos
los niños están expuestos al nivel de golosinas que hay por ahí, pero un número
enorme no recibe cualquiera de ellas comprada en Nordstrom. Tienen suerte si
reciben una buena comida y un juguete de la Tienda de 1 Dólar.
Se supone que Navidade$ es para los niños, pero hasta los
niños ricos a veces se desalientan por lo que reciben. El deseo de más y mejor
es insaciable. En ese sentido, las Navidade$ son un excelente entrenamiento
para esos niños que están destinados a ser amos de Wall Street en el universo
y, de manera más general, por la manera en que nuestra economía política
funciona realmente. Pero ¿tiene esto algo que ver con el hombre que habló del
rico, el camello y el ojo de una aguja?
Las Navidade$ son una fiesta jovial, alegre, en lo
fundamental para un grupo: los vendedores al detalle. Eso en un buen año: uno
malo puede arruinarlos. Y una última contradicción: mientras peor se encuentre
la economía, más ganancia para los Scrooge entre los detallistas, esos que como
Wal-Mart se resisten fieramente al derecho de los trabajadores a organizarse y
que les pagan mucho menos que un salario decente.
Permítanme terminar esta columna no como el Grinch que se
robó las Navidades. Sinceramente les deseo a todos y a cada uno de ustedes
–judíos y cristianos, musulmanes y budistas, ateos y evangelistas, y a todos
los demás también– unas alegres fiestas en el verdadero espíritu de la
celebración.
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