Sin adornos que permitan concesión alguna -como la ausencia de sonido ante escenas que en sí sobrecogen-, la historia narrada en la hora con 13 minutos, es la historia de una opresión cínica y sin contrapeso.
En Génova 2001 el enfrentamiento entre el Estado y los
movimientos sociales dejó ver la verdadera naturaleza del poder. La represión
policial fue la respuesta a la más numerosa protesta que se había vivido hasta
el momento. Trescientos mil manifestantes vieron de frente el lado más violento
de la "democracia".
Génova 2001 marcó un hito dentro de la historia de las
protestas anti-globalización. Un movimiento que, evento tras evento, crecía
exponencialmente hasta llegar a las 300,000 personas, fue frenado bruscamente.
Hacía mucho tiempo que, en un país en "democracia", la represión no se ejercía de
una manera tan brutal y descarada. El centro de la ciudad fue amurallado para
que los representantes de los ocho países más poderosos del mundo pudieran
reunirse con tranquilidad, mientras en los alrededores la policía cargaba
contra los manifestantes con una violencia inusitada.
El Estado de derecho fue
congelado, se reprimieron manifestaciones legales, se vulneró la libertad de
prensa, periodistas y manifestantes fueron golpeados e incluso se llegó a
disparar contra ellos (el joven Carlo Giuliani fue la víctima), se suspendió el tratado
de Schengen, se impidió el acceso de abogados y senadores a las pesquisas, se
hizo uso de pruebas falsas en los juicios, etc. etc. El resultado fue un muerto,
cientos de heridos y miles de traumas psicológicos. El movimiento
anti-globalización nunca más volvería a ser el mismo.
A partir de grabaciones procedentes de las más diversas
fuentes, este documental nos hace revivir aquellos hechos, de modo que las
imágenes de ese pasado reciente nos ayuden a comprender el presente, ya que,
como dijeran Angela Ricci-Lucchi y Yervant Gianikian, «las imágenes del ayer
llevan consigo los gérmenes de las imágenes de hoy».
Quizás la clave más importante para un análisis profundo de
este trabajo sean sus tres primeros planos, una suerte de evento deportivo
convertido en carta de ajuste, donde las masas emocionadas enarbolan con pasión
los símbolos de sus diferentes países, en una enérgica manifestación de orgullo
patrio. Diferentes banderas, pero un mismo gesto, una misma emoción, una misma
empatía por aquellos que nos representan como Estado de derecho, como Estado
democrático, como formación política a la cual pertenecemos, y a cuyas leyes
debemos ajustarnos... y más grande es la empatía cuanto más grande es la
victoria.
De esta manera, centrando el plano en los espectadores e
ignorando el motivo que los ha reunido, aficionados y evento se transforman a
nuestros ojos en activistas y acto político. Este escueto punto de partida nos
proporciona las ideas adecuadas a partir de las cuales reflexionar el resto de
la película, formada fundamentalmente por otros activistas y otros actos
políticos.
El montaje ha sido realizado en su mayor parte a partir de material
de archivo grabado por los propios activistas con medios no profesionales. En
él, las imágenes se suceden, muchas veces confusas y desdibujadas. Este es un
aspecto que sin duda sorprende. La apariencia de las imágenes queda relegada a
un segundo plano y el contenido de las mismas se impone a su forma, tal y como
explicita una de las cinco declaraciones de principios que aparecen al comienzo
de la película y que nos dice: «EL CONTENIDO (NO LA FORMA)». En este sentido,
se trata de una película a contracorriente, que plantea una manera diferente de
entender la forma. Si la tendencia general apunta hacia la High Definition o
«alta definición» como un valor en sí mismo, este documental nos obliga a
replantearnos esa carrera hacia el hiperrealismo, del mismo modo que en su
momento tuvo que hacerlo la pintura.
Realización: Zaván.
Música: Oriol Catalá.
España, color, 2011, 73 minutos.
Estreno mundial: Abril 2011.
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