Por: Juan Carlos Monedero
Pensamos, quizá con ingenuidad, que con el triunfo del
Presidente Maduro en las últimas elecciones, donde sacó más de diez puntos de ventaja
a los candidatos de la Mesa de la Unidad, la situación en Venezuela iba a
tranquilizarse. Capriles, el candidato derrotado en las presidenciales y electo
en el estado de Miranda, acudió el último diciembre a una reunión del
Presidente con los cargos públicos locales y estadales recién elegidos.
Reconoció la victoria de Maduro y también su legitimidad. Pero ahí comenzó
también la fragmentación entre las filas de la derecha.
El escenario de una parte no menor de la derecha
latinoamericana siempre ha sido el del golpismo cuando han estado fuera del
gobierno, y la represión de cualquier disidencia o alternativa cuando habitan
los palacios presidenciales. De esa actitud, alimentada por los Estados Unidos
-para quien todo al sur del Río Bravo es su “patio trasero”-, surgió también
como respuesta la lucha armada. El fin del gobierno sandinista en 1990 marcó el
fin de las salidas violentas desde la izquierda. Fracasó el primer
levantamiento zapatista (triunfó el pacífico y mediático), fracasó Chávez en
1992, fracasó Sendero Luminoso, se estancaron las FARC… Chávez lo entendió y en
1998 se hizo con el gobierno cambiando los fusiles por las urnas. Pero
participar en las elecciones no iba a apaciguar a la derecha.
Desde el primer momento, Chávez se convirtió en el enemigo
de los derrotados (ya para esas elecciones de 1998, Aznar mandó a Moragas,
Arriola y, qué casualidad, a Correa –el de la Gürtel- a ayudar en las
elecciones a la candidata de la derecha). Pero al igual que el hundimiento de
la URSS en 1991 fue el comienzo del fin del Estado social en Europa, la
renuncia a la lucha armada en América Latina vino acompañada el recrudecimiento
del golpismo en la derecha del continente. La derecha sólo acepta la democracia
si está en el poder. Cuando está fuera, le vale todo para recuperarlo. En casi
todos lados. ¿O no nos acordamos que Aznar llegó a la política mintiendo y se
fue mintiendo?
La extrema derecha venezolana vuelve a las andadas. No está
dispuesta a esperar que la coyuntura les de una oportunidad electoral. Siempre
tienen prisa. Capriles ya no les vale y vuelven al sabotaje, a poner muertos en
las calles, a la desestabilización, contando como única baza el apoyo
mercenario de buena parte de las empresas de medios de comunicación del mundo y
de la propia Venezuela (donde el 80% de los medios están en manos de la
oposición). Como su candidato, Capriles, ganó en diciembre en las elecciones en
el estado de Miranda y ha aceptado el resultado (no parece muy sensato decir
que hay fraude cuando tú mismo has sido elegido), los candidatos de los Estados
Unidos vuelven a agitar la bandera de la violencia para intentar acorralar al
gobierno de Nicolás Maduro. Los mismos que ya probaron esa estrategia en el
breve golpe de 2002. Los mismos que si se hicieran con el poder en Venezuela
convertirían el país en un cementerio anexo a una cárcel.
Los análisis de una parte de la derecha son los que han
llevado a un sector de la misma, que siguen sin querer entender el apoyo
popular al proceso bolivariano, a repetir la estrategia golpista. Ramón
Piñango, del IESA y director de la “Unidad de análisis de coyuntura”,
recomendaba recientemente a Henrique Capriles alejarse de Leopoldo López y de
su plan de regresar a la lucha callejera para desestabilizar al gobierno (Plan
“Salida”). En un documento publicado estos días en la prensa venezolana hacía
las siguientes reflexiones, entendiendo que la anterior estrategia golpista
sólo había servido para reforzar más el apoyo popular al chavismo: “1. El
respaldo popular al Chavismo sigue siendo importante y mayoritario; 2. Las
medidas anunciadas por el Presidente Maduro han dado señales para el pueblo que
el Gobierno esta actuando; 3. El Gobierno ha logrado posicionar la matriz de la
responsabilidad del sector privado en la escasez y especulación; 4. Los
vínculos de Leopoldo Lopez con Alvaro Uribe y el paramilitarismo quiebra la
relación con el Gobierno de Santos; 5. El respaldo de las Fuerzas Armadas a la
revolución es irrestricto; 6. La agenda del Plan “Salida” no tiene ni tendrá
respaldo popular, el pueblo de Venezuela por tradición cultural aísla a los
violentos; 7. Cualquier acción violenta contra el Gobierno unifica las fuerzas
Chavistas; 8. La agenda de Leopoldo López no se corresponde con asuntos de
política nacional; 9. Las acciones de Leopoldo López buscan desplazar el
liderazgo de Capriles”.
La prensa internacional ha vuelto a ser cómplice de la
enésima intentona golpista. Por una parte, los que manejan una idea ramplona de
justicia y reparten culpas desde la tentación de la inocencia. Son los que
hablan de “los dos bandos” o de los “extremistas de ambos lados”, como si fuera
lo mismo estar en el Gobierno que ser un golpista. Por otra -los más-, formando
directamente parte de la estrategia golpista y acusando al Gobierno de Maduro
de ilegítimo. Ya vamos sabiendo que para la prensa europea eso de ganar las elecciones
es una estupidez cuando no las ganan sus patrones (¿nos acordamos de Papademos
en Grecia y de Monti en Italia? ¿Y de Rajoy asumiendo que le dan lo mismo los
compromisos electorales que le llevaron a la Presidencia del Gobierno?).
Las acusaciones vertidas sobre el gobierno bolivariano
apenas se sostienen cuando se conoce la realidad del país. La derecha golpista
venezolana está armada, está vinculada con el paramilitarismo colombiano y
siempre tiene como estrategia sembrar la calle de muertos para intentar
estrechar el cerco contra el gobierno. Como ocurrió en 2002, vuelven a
conocerse conversaciones previas donde ya se anunciaba que las manifestaciones
iban a terminar con muertos -denunciadas por el Presidente Maduro- o aparecen,
como en tantas otras ocasiones, mercenarios contratados para generar
desórdenes. Por el contrario, otros vídeos demuestran cómo la policía
bolivariana tiene un comportamiento bien diferente del que vemos en otros
países, incluido España. Sin olvidar que uno de los tres muertos era un
militante chavista (cualquier muerto, sea cual fuere su signo, merece
compasión). Pero esas informaciones no aparecen en los medios: no sirven para
criminalizar a Venezuela.
Claro que existen grupos populares en el país caribeño con
capacidad de resistir un golpe de Estado (como ocurrió en España en julio de
1936). Ya quisiera la derecha golpista que no existieran. Y están además los
100.000 kalashnikov que Chávez compró para armar a las milicias bolivarianas.
En América Latina saben que los golpes de Estado organizados desde Estados
Unidos son parte de la política del continente. Quien quiera entrar por la
fuerza en Venezuela, va a encontrarse con mucho pueblo enfrente. Tienen además
-y eso no lo soporta la derecha- unas fuerzas armadas comprometidas con su
misión de salvaguardar al pueblo y no a los latifundistas y a los grandes
empresarios. Tendremos que ver qué pasaría en Europa si una fuerza política
como Syriza gana las elecciones en Grecia. En la América del Sur han aprendido
sus lecciones. Allende no murió en vano.
En Venezuela no hay enfrentamiento entre dos bandos ni
choques entre “hordas”. Hay un Gobierno legítimo y una minoría que no está
dispuesta a dejarle gobernar. Claro que en Venezuela hay serios problemas
económicos (¿recordamos que hay una crisis mundial?), no menos serios problemas
de seguridad (vinculados a un complejo entramado de causas donde no es la menor
un modelo de consumo que te hace creer que si a los 15 años no tienes ya todo
eres un perdedor) y problemas igualmente graves de gestión administrativa
(donde la corrupción endémica del país sigue siendo una asignatura pendiente
pese a los arduos intentos del Gobierno por atajarla). La condición petrolera
del país genera problemas estructurales contra los que aún no se ha encontrado
una solución eficaz, pero de nada ayuda la permanente espada de Damocles del
golpismo para enfrentar los problemas pendientes. No estaría de más que los
amigos del golpismo y de las revoluciones de colores sacaran sus sucias manos
de Venezuela y dejaran al Gobierno gobernar. No es sencillo hacerlo cuando un
gobierno poderoso está siempre poniendo palos en las ruedas (¿nos acordamos en
España de las dificultades añadidas en la lucha contra la violencia de ETA por
la actitud beligerante de Francia?). Sin justificaciones como las que brindan
los violentos, la vía electoral para que la oposición ofrezca al país su
alternativa se hace más clara conforme los errores del gobierno allanen el
camino de sus oponentes. Pero no en un escenario de amenaza golpista.
En las últimas elecciones presidenciales, y aprovechando que
Chávez ya no era el candidato, la oposición estuvo a punto de volver al
Gobierno. La tarea de la oposición debiera centrarse en señalar las
deficiencias de la gestión de Maduro e ir preparando un modelo de país
alternativo que convenza a las mayorías. Capriles lo ha entendido y por eso se
ha desmarcado de la vía violenta. Otros, como Leopoldo López o María Corina
Machado, quieren sacar a Capriles de juego y ocupar su lugar con una estrategia
de confrontación soñando con un escenario libio o sirio para Venezuela. Porque
el ruido que se hace con Venezuela siempre tiene que ver con lo mismo: su
condición de país con las mayores reservas de petróleo del mundo. Una codiciada
pieza. Por eso fueron ayer contra Chávez y van hoy contra Maduro. Que Venezuela
esté en los telediarios no tiene nada que ver con la violencia. Tiene que ver
con que tienen petróleo y no son obedientes a los mandatos del norte.
Junto a esa lucha internacional sempiterna por controlar el
petróleo venezolano, otra parte muy importante de los disturbios que acaban de
tener lugar en el país tiene que ver con las pugnas internas dentro de la
oposición venezolana. Sería importante que todo el país fuera consciente de que
esos que quieren gobernar en Venezuela para sustituir al chavismo no le hacen
ascos a que compatriotas suyos dejen la vida en los enfrentamientos. Porque
para esa derecha golpista de Venezuela, como la de otros tantos sitios, su
única patria siempre es el propio interés. Su democracia es una pantalla. Y del
mismo modo que celebraron el reciente golpe en Honduras o los constantes
intentos de derribar por la fuerza a Cristina Fernández, a Evo Morales o a
Correa , su triunfo sería regresar a Venezuela a una oscura noche de la que,
entonces sí, no nos hablarían los medios de comunicación. El pueblo de
Venezuela ha dado su apoyo a Maduro. Y la obligación de cualquier demócrata es
hacer valer su legitimidad frente a cualquier agresión golpista como la que
ahora mismo está sufriendo. Aunque la presión mediática haga difícil esa tarea.
Los enemigos de la democracia no cesan en su empeño. Que no nos venzan por
cansancio
0 comentarios:
Publicar un comentario